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Los más recientes acontecimientos escenificados en las calles de estados sureños de Norteamérica, deben llenar de mucha preocupación a las autoridades locales y federales de las respectivas localidades.
El asesinato de ciudadanos negros por enloquecidos y xenófobos policías blancos y el asesinato a mansalva de policías blancos por resentidos y airados negros, reflejan los males de una sociedad que no ha podido dejar atrás las diferencias raciales, ni ha podido hacer el crossover desde una sociedad individualista, hacia una sociedad de masas.
Estados Unidos de América es una sociedad que está actualmente fracturada, dividida. Esa es la realidad.
El profesor Juan Bosch, en su libro “Pentagonismo: sustituto del imperialismo” (págs. 50 y sgtes.), importante libro escrito a finales de los años 60 del siglo XX, ilustra que a raíz de los cambios geopolíticos posteriores a la segunda guerra mundial, el gobierno de Norteamérica se transformó pasando de un poder de corte imperialista -heredera de las mejores tradiciones de su madre patria, Inglaterra- a un poder de tipo neoimperialista llamado por Bosch, “pentagonismo”.
Esos cambios trajeron como consecuencia que el gobierno nominal de los Estados Unidos, quedó en manos de los civiles pero, el gobierno real quedó en las palmas de la mano del poderoso y temido complejo-militar industrial, que desde el pentágono fue expandiendo su radio de influencia en Norteamérica y el mundo, a partir de grandes recursos destinados por vía de consignaciones en el presupuesto del poder civil (presupuesto federal) para apoyar guerras regionales de contención frente a la influencia soviética en plena guerra fría (guerra de Corea, guerra de Vietnam, guerra civil dominicana en 1965, etc.)
La militarización de las decisiones del gobierno con sede en el pentágono, trajo como consecuencia la proliferación de armas tanto a través de las guerras internacionales financiadas y apoyadas logísticamente por el pentágono a traves de los ejércitos locales, como en el frente interno, con la rápida expansión de la demanda inducida de armas, al tenor de lo que establece la segunda enmienda de la constitución norteamericana, creada para permitir el uso de armas en manos de ciudadanos como elemento preventivo frente a las amenazas de posibles invasiones imperialistas, latentes al momento de promulgarse aquella o la posibilidad incluso de defender la moral y el honor personal de un ciudadano en el marco de una ya anacrónica sociedad individualista.
Sin embargo, paralelamente, el movimiento de defensa a los derechos civiles de las minorías iniciada en 1956, con el valiente acto de resistencia pacífica de la estudiante afroamericana, Rose Parks, comenzó a poner presión al gobierno civil de Norteamérica frente a un gravisimo problema interno de xenofobia y apartheid más grave que los movimientos geopolíticos de los adversarios agrupados en el bloque comunista.
Después de la guerra de secesión (la guerra civil entre el bando de estados del norte y del sur de los Estados Unidos de América) a raíz de las pretensiones antiesclavistas del gobierno civil de Abraham Lincoln y la imposición de un nuevo modelo económico basado en el comercio del norte y no en la agricultura del sur, los negros liberados por Lincoln quedaron siendo la minoría política más importante del país, por encima de los nativos americanos (indígenas) y les fueron reconocidos sus derecho civiles y políticos a través de numerosas leyes locales y federales dictadas para llevar a la normalidad un país sacudido por una sangrienta y debilitante guerra interna.
No obstante, en los estados del sur, bando que fue derrotado por la unión o bando del norte en la guerra, los negros nunca pudieron ejercer efectivamente sus derechos y aunque no retornaron a la esclavitud formal, en la práctica siguieron siendo tan vejados y vilipendiados como antes de ser liberados.
Por eso en 1965, tras 9 años de agitación del movimiento por los derechos civiles de las minorías, un paquete de iniciativas legales originarias del fenecido presidente Kennedy, fueron impulsadas por el nuevo presidente Lyndon Johnson con el objetivo de reivindicar a millones de negros pisoteados durante más de 100 años después de la última guerra interna. A partir del 1965, se inició el proceso que todavía no concluye, de reconstruir el tejido social norteamericano relacionado al cambio de sociedad individualista a sociedad de masas, y para ello, era del todo necesario lograr la mayor inclusión racial y social posible.
50 años después, todavía las heridas de cientos de años están por cerrarse. La presidencia del negro Barack Obama fue permitida por el complejo militar-industrial como enclave hemisférico del establishment mundial, con el propósito claro de enviar un mensaje al mundo de erradicación total de la discriminación racial y amplia democratización, madurez interna, de manera que se pudiera seguir ejerciendo el papel de policía del mundo que tanta comodidad supone a los intereses norteamericanos.
Lo anterior explica que, durante mucho tiempo, los Estados Unidos censuraba las violaciones a los derechos humanos en países orientales y del llamado tercer mundo, además de censurar los conflictos étnicos de muchos países del globo pero, lo hacía con una moral en calzoncillos, puesto que era visible a todo el planeta que la discriminación racial bajo todas sus formas, continuaba en la gran nación del norte, aunque atenuada por determinadas circunstancias.
Al mismo tiempo, la progresiva migración desde los países de Sudamérica de miles y millones de hispanos hacia el Este y el Oeste de los Estados Unidos esta comenzando a perturbar a sectores importantes de la ciudadanía norteamericana que perciben, sienten cierta inseguridad y violencia en sus calles, lo que seria ocasionado en parte -a decir de estos ciudadanos- a la presencia de indocumentados procedentes de Latinoamérica que delinquen para poder sobrevivir.
A eso agréguele, la queja constante de parte del ciudadano norteamericano promedio respecto de la cantidad de impuestos que la autoridad local y federal les cobra por doquier para cubrir los gastos sociales de millones de hispanos y negros que viven del llamado “Welfare”, a pesar de los recortes federales que se han producido desde la época del presidente republicano, Ronald Reagan.
Muchos de estos ciudadanos, ya radicalizados porque consideran ser mantenedores de “vagos”, han hecho causa común con anti-políticos o políticos “atípicos” como el candidato presidencial republicano, señor Donald Trump, quien no tiene pelos en la lengua para denunciar muchos de los malestares e inconformidades que tienen con el sistema, una cantidad inmensa de personas sin banderías políticas. Cabe resaltar que Trump luce como torpe, pero en realidad ha sido hábil, penetrando parte del inconsciente colectivo de millones de norteamericanos.
Otros sectores de estos ciudadanos inconformistas, si bien pueden simpatizar un poco con las ideas libertarias, aislacionistas y altamente individualistas del Partido Republicano, muchos no habían votado desde hacia tiempo en las elecciones nacionales, mientras que la parte más militante, se afilió al llamado “tea party” una corriente nacional-populista de pensamiento ultra-conservador enquistado dentro del Republicanismo, para exigir de forma agresiva y directa de muchos de sus congresistas federales, más interés en impedir que la identidad nacional, la libertad individual y la riqueza norteamericana fuese maltratada por los inmigrantes y por el “gobierno grande”, como le llaman estas personas, al sistema impositivo norteamericano y la presión tributaria del mismo, la cual pasa del 40% del PIB.
La preocupación de las autoridades federales crece por la cantidad de funcionarios y gobiernos estatales que consideran la posibilidad de rebelarse o desacatar la autoridad central de Washington, D.C. por ser interventora en las decisiones de los estados individuales de la unión, en aspectos nodales para ellos como la inmigración, decisiones judiciales y el cobro de impuestos, según los estados afectados.
También la deuda de los Estados Unidos con acreedores internacionales comienza a tomar niveles preocupantes incluso para el gobierno civil y el gobierno secreto (complejo militar-industrial). Según las estadísticas de que disponemos, solo los acreedores chinos poseen trillones de dólares en deuda emitida por el tesoro norteamericano para financiar sus déficits internos, lo que explica indudablemente la necesidad de exportar el principal producto de manufactura norteamericana en las últimas décadas: la guerra.
El problema de la deuda es insostenible a mediano y largo plazo para los Estados Unidos que están, no solo aumentando enormemente su deuda, sino que ha exportado sus industrias de ensamblaje y manufactura hacia otras naciones del globo con bajos costos de operación, para poder aumentar los beneficios pero, a costa de dejar miles de negros, latinos y norteamericanos pobres sin trabajo, desesperados y sin lo necesario para poder sobrevivir. Las últimas gestiones republicanas han agravado el problema, mientras que las gestiones demócratas han intentado de alguna manera, solucionarlo.
Cada vez más dólares salen de los Estados Unidos en forma de remesas hacia países de Latinoamérica y Asia, mientras las bolsas de valores de todo el mundo juegan al capitalismo de papeles, vendiendo en el mercado de futuros, bienes y commodities que ni siquiera ha sido manufacturado en los países de origen.
Todos estos hechos, configuran la caída o disminución de la influencia geopolítica de los Estados Unidos posiblemente en la próxima década, puesto que el dólar iniciaría un proceso de devaluación presionado por la categoría de “impagable” de su deuda, pero también por la creciente influencia del bloque de potencias emergentes llamado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) articulado para contener a los Estados Unidos y su economía guerrerista, creando un nuevo espacio para el surgimiento de nuevas naciones, apoyadas con financiamiento blando y libre de condicionamientos imperialistas a países del tercer mundo.
Las sanciones diplomaticas-economicas a Rusia, la crisis socio-política de Brasil y la desaceleración de la economía de China, son suficiente evidencia de que el gobierno de los Estados Unidos está articulando una estrategia por diferentes vías, para detener su declive geopolítico, impidiendo el desarrollo de alternativas multipolares, que les obligue a revelar ante el mundo sus fracturas y el tener que poner atención a sus múltiples problemas internos, a los que ya hemos hecho alusión y que son una granada de mano que en cualquier momento estallaría en las manos del gobierno de ese gran país.
Por eso, en un último intento, el establishment mundial a través de su expresión norteamericana, que es el complejo militar-industrial (los halcones), trata de dar una continuidad refrescante a su plan de estabilización y contención de la crisis social-económica-política mundial e interna, que inició su ejecución en medio de la crisis económica global del 2008, primero, bajando gradualmente los precios del barril del petróleo para desestabilizar y descapitalizar a sus adversarios geopolíticos de Oriente, después permitiendo la elección del negro liberal Barack Hussein Obama, como presidente no. 44 de Norteamérica y ahora, seguirá con la primera mujer presidenta de su historia, la demócrata centrista, Hillary Rodham Clinton.
El gobierno pentagonista y neoimperialista con falso ropaje federal que se ha instalado en Norteamérica desde el final de la segunda guerra mundial, necesita reinventarse a través de guerras regionales motivadas por conflictos raciales, económicos, religiosos o una nueva guerra mundial, que induzca a los ciudadanos norteamericanos a olvidarse de sus problemas cotidianos en materia de migración, seguridad e ingresos, fomentando la unidad nacional y acendrado patriotismo detrás de una potencia imperial que “pelea por la paz”.
A ese ritmo y de continuar la proliferación de armas, la intolerancia hacia las minorías raciales y sexuales, el aumento gradual de la inflación, la devaluación del dólar como moneda fuerte, la inconformidad de los estados de la unión con lo que consideran una “intervención grosera” del gobierno federal norteamericano en sus decisiones soberanas, la falta de una reforma sanitaria integral y el issue de la migración no regulada como elemento de seguridad nacional, el actual modelo de gobierno federado de Norteamérica que por 250 años ha sido exitoso, podría colapsar y hasta desaparecer, bajo el fuego intenso de una guerra entre facciones nacionales a mediados de la próxima década. Espero estar equivocado.